Defenestrar a alguien es sacarlo del cargo que ocupa. No es matarlo ni matar a nadie. No es dar un golpe de Estado. Es poner en marcha los principios tutelares de la política, como la concibieron nada menos que Aristóteles y Santo Tomás, para librar al pueblo de una ley injusta, cuando ese sea el caso, o de un déspota, cuando la tiranía es insoportable. Lean a Santo Tomás sobre el derecho a la rebelión contra la tiranía insoportable. Y lean la Constitución Política de Colombia que le permite al Congreso destituir un presidente indigno. Y hablen después.
Miren lo que pasa en Cuba, donde el pueblo no ejerció, porque no pudo, el derecho a revocar el poder de un tirano. Piensen en los centenares de miles de cubanos que se expatriaron y fundaron su Patria en los Estados Unidos, sobre todo en la Florida, la gran beneficiaria de ese éxodo maravilloso. Y no olviden lo que pasa ahora. En Cuba no hay nada, ni el derecho a vivir dignamente. No hay comida, no hay salud, no hay salarios para vivir con decoro. ¡En lo que quedó Cuba por no haber defenestrado a Castro!
Miren lo que pasa en Venezuela, la rica, la mil veces rica Venezuela, de donde han salido para el exilio más de ocho millones de personas buscando libertad y un plato de comida. El tirano Chávez a cuya sombra pudo su hija convertirse en la mujer más rica del Continente, acabó ese país. Los venezolanos no pudieron defenestrar a Chávez ni han podido defenestrar a Maduro y dejaron perder cuanto tenían. Los niños de Venezuela sacan comida de las canecas del desperdicio y mueren intoxicados. A Chávez lo defenestraron por un día y lo regresaron al poder. El costo que aquella rendición tuvo no se pagará jamás.
Miren lo que pasa en la Argentina, el otro país rico del continente, que lo tiene todo para ser feliz y próspero. Pero tuvo a Perón, y en lugar de defenestrarlo le entregaron el poder. Hoy en la Argentina, que le pudiera dar comida a medio mundo, la gente no tiene que comer. La moneda se acabó. La pobreza es infinita. A Cristina Fernández, riquísima como está, la van a defenestrar en las próximas elecciones, pero ya será demasiado tarde.
Miren a Nicaragua, bien próxima, tanto que se nos está quedando con nuestro mar, el de Colombia, y comprenderán porque salen tantos a la frontera sur de los Estados Unidos, alentados por la esperanza de llegar, porque otra cosa no tienen. Los que mandan, Ortega y su mujer, son inmensamente ricos. Para los demás, la miseria y el deshonor. Es muy tarde.
La Historia Moderna comenzó con la Revolución Francesa. Quítesele todo lo que tuvo de infame, para que quede lo que tuvo de gloriosa. Defenestrar una monarquía que ya no estaba al servicio del pueblo y sentar todas las bases del derecho político moderno.
En Colombia se le vino el mundo encima a un coronel lleno de gloria, porque se atrevió a decir que había que defenestrar a Petro. No dijo que había que dar un golpe ni derramar sangre. Pero sin entender lo que la palabra significa, sacar a alguien de un cargo, le llovieron rayos y centellas. Qué bueno fuera poder discutir sabiendo lo que las palabras significan.
Fernando Londoño
El autor fue ministro de Interior y Justicia de Colombia y es director político para América Latina de Americano Media.
Fernando Londoño
El autor fue ministro de Interior y Justicia de Colombia y es director político para América Latina de Americano Media.