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Aspiraciones territoriales, tomas de embajadas y una retahíla de insultos, ¿está en crisis la diplomacia en América Latina?

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En los últimos meses, América Latina ha sido testigo de una serie de crisis diplomáticas que han tensado las relaciones bilaterales de algunos países hasta extremos pocas veces vistos.

La entrada de las fuerzas ecuatorianas en la embajada de México y las crecientes tensiones entre Venezuela y Guyana son solo algunos de los ejemplos que llevan a preguntarse si la diplomacia en la región está en crisis.

Según analistas consultados por la Voz de América, la región vive un momento tensionante, donde prima la confrontación sobre la cooperación y los intereses particulares sobre los generales.

Cynthia Arnson, miembro distinguido y exdirectora del programa de América Latina del Centro Internacional para Académicos Woodrow Wilson, en Washington, explicó en entrevista con la VOA que, aunque siempre ha habido conflictos en la región, como las tensiones entre Perú y Ecuador, en los años 1990s por cuestiones fronterizas, o la guerra entre El Salvador y Honduras, en los 1970, motivada esencialmente por cuestiones migratorias, ahora “hay tensiones políticas mucho más agudas que en el pasado reciente”.

Los factores diferenciales en la actualidad son “no solamente el grado de fragmentación y polarización en el hemisferio”, sino el uso de un lenguaje “poco diplomático” para hablar de otros presidentes, profundizó la académica.

En la historia de América Latina, hay diferentes ciclos relacionados con la configuración de las relaciones hemisféricas, señaló Carolina Jiménez Sandoval, presidenta de la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos (WOLA, por sus silgas en inglés).

“De la misma manera en que vemos ciclos en donde hay mayor opción estratégica por la cooperación, también hay momentos en donde desgraciadamente las relaciones entre los estados se vuelven mucho más confrontativas y menos cooperativas, y ese es el momento que estamos viendo ahora”.

Factores que impulsan la coyuntura

En la región, según Arnson, la recuperación de la pandemia es muy lenta y apenas se está regresando a los niveles anteriores; además, agrega, “las expectativas y las frustraciones de los pueblos son aún mayores y hay poca satisfacción de las demandas”.

Para Jiménez Sandoval, el ciclo actual de tensiones diplomáticas se debe, en primer lugar, a que en los últimos años se han incrementado unos «liderazgos más personalistas y, en el peor de los casos, más autoritarios”.

Y cuando esto sucede, “se disminuye el rol de las instituciones democráticas que tienen diversidad de funciones” como, por ejemplo, las cancillerías, y los presidentes “se vuelven los voceros de su propia política exterior”.

En este sentido, Leandro Lima, analista senior de Riesgos Políticos de Control Risks, coincide en que la raíz de esos conflictos diplomáticos “está sobre todo en la complejidad del contexto interno en cada uno de los países”.

En el caso de Ecuador, país que provocó el rompimiento de sus relaciones diplomáticas con México tras la irrupción de Fuerzas Militares ecuatorianas en la embajada de Quito, donde se encontraba asilado el exvicepresidente ecuatoriano Jorge Glas, la experta de WOLA opinó que el presidente Rafael Noboa, “prefirió lanzarse a una enorme y casi unánime condena internacional” para mostrarle a su población, “justo antes de un referéndum consultivo, que él está dispuesto a emplear la mano dura en todos los aspectos de su liderazgo” priorizando “sus apoyos internos” frente a los intereses de política interior.

Y es una situación que, según la experta, tiene que ver “con el caos que se ha instalado en Ecuador los últimos meses y también con las respuestas urgentes que el presidente Noboa tiene que brindar a la ciudadanía”.

Opinión que comparte la profesora Arnson, quien señaló que “ha sido una tradición de muy larga data, no sólo en América Latina”, el “uso del ‘enemigo externo’ para intentar unir a una población de un país”.

Según la profesora, por ejemplo, en la histórica disputa entre Venezuela y Guyana por el Esequibo, territorio de unos 160.000 kilómetros cuadrados rico en recursos naturales, el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, “está usando (la situación) para suscitar sentimientos de nacionalismo y para desviar la atención del pueblo venezolano”.

Arnson, quien además es profesora adjunta en la Universidad Johns Hopkins SAIS, dice que la coyuntura también se puede deber a la irrupción de las redes sociales y de “las nuevas medidas comunicacionales que han amplificado este tipo de retórica sensacionalista para aumentar la emocionalidad de los seguidores”. Eso, observó, hace 15 años no existía.

Y, en este sentido, las declaraciones de los mandatarios “parecen ser motivadas no solamente por cuestiones de relaciones exteriores, sino para posicionarse frente a los públicos domésticos”.

¿Y las ideologías?

A pesar de casos como el del presidente de Argentina, Javier Milei, que va en contra de los liderazgos de izquierda de la región y se ha expresado en ocasiones de forma cruda sobre sus homólogos de la región, existen otros casos donde las dinámicas no son necesariamente ideológicas.

Según Jiménez Sandoval, la región también pasa por una “reconsideración” que tienen que ver más con intereses o afinidades entre liderazgos y lo que se ve hoy en día son los autoritarismos “bastante transideológicos”, incluso “más de lo que han sido en el pasado”.

Es el caso, por ejemplo, del impasse entre Chile y Venezuela, generado por el asesinato en territorio chileno de un exteniente opositor al gobierno de Nicolás Maduro y refugiado político en Chile, donde también se han dado otros roces por cuestiones migratorias.

“Son gobiernos de izquierda muy distintos. Gabriel Boric es una izquierda más moderna y democrática, mientras que el gobierno de Nicolás Maduro es una izquierda más vieja, con conceptos de antiamericanismo muy fuerte y también con prácticas antidemocráticas muy cuestionables”, añadió Lima.

El impacto es “tremendo”

Para la vocera de WOLA, el impacto “es tremendo” y se reflejará desde lo básico hasta los aspectos de mediano y largo plazo. En el caso de la ruptura de las relaciones diplomáticas entre Ecuador y México, entre los efectos inmediatos lo viven los migrantes ecuatorianos, por ejemplo, que con un consulado cerrado, ya no podrán hacer sus trámites ni votar.

Pero, además, explica Jiménez Sandoval, los grandes desafíos de la región son transnacionales -la migración forzada, la lucha contra el crimen organizado y el narcotráfico, el cambio climático, entre muchos otros-, “que requieren de la cooperación de la comunidad hemisférica”.

Sin embargo, cuando las relaciones están más enfocadas en la confrontación que en la cooperación, se reduce la posibilidad en buscar soluciones conjuntas, afectando la vida cotidiana de los ciudadanos.

Por ejemplo, en Ecuador, un país golpeado por el crimen organizado y el narcotráfico, con presencia de carteles mexicanos, “les convendría cooperar, compartir inteligencia y estrategias para luchar contra el crimen organizado”. Y en este momento, con la ruptura de relaciones, es imposible, agregó.

Opinión que comparte Lima, al señalar que la seguridad pública es uno de los desafíos más importantes y, en el caso de combatir al Tren del Aragua, por ejemplo, sin la cooperación entre los países que sufren la presencia del grupo criminal -como el caso de Chile- y Venezuela, es muy difícil combatirla.

Otro aspecto que tiene efectos es el económico. Para el experto de Controls Risks, los gobiernos de América Latina tienen agendas muy ambiciosas y la ciudadanía tiene expectativas también muy altas, “pero la capacidad de los gobiernos es muy limitada”, siendo necesaria la cooperación.

Los expertos coinciden en que los conflictos y las tensiones diplomáticas continuarán, en principio, porque persisten la raíces de los mismos y, según Jiménez Sandoval, si no comienzan a verse transiciones democráticas en la región, por ejemplo, “el caso nicaragüense o el venezolano”, siempre existirán actores en la comunidad internacional “más dispuestos que otros a romper con las normas básicas” y a confrontar.

Además, considera, si se continúa con los “autoritarismos emergentes, en donde las narrativas, el uso de redes sociales y el declive del debate político también es importante para la consolidación de esos liderazgo”, las peleas continuarán.

O, en el caso de la disputa por el Esequibo, señaló Jiménez Sandoval, a pesar de que cree que no se presente un conflicto armado, “ningún ciudadano en la región debería tener que vivir ni quiere vivir con esa amenaza latente”.

Para la profesora de la Universidad Johns Hopkins, no se ve “ fin a este tipo de retórica de parte de líderes muy populistas y con grandes problemas internos y domésticos” y es una situación “de lamentar” porque es otra muestra “de la incapacidad de los países de buscar fines comunes y de actuar de manera consensuada para enfrentar los problemas en común”.

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