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Yo vi a Osimhen y Kvartaskhelia cantar 'I campioni dell'Italia siamo noi'

En 20 o 30 años, con una leve sonrisa esbozada en mi rostro, le diré a mis hijos, orgulloso, que vi al Napoli liderado por un georgiano y un nigeriano salir campeón del Calcio

Jueves, 04 de mayo de 2023 a las 17:11

Por Emmanuel Rondón

Jueves, 04 de mayo de 2023 a las 17: 11
El georgiano apodado 'Kvaradona' y el goleador Osimhen, dos que acaban de pasar a ser leyendas napolitanas. Foto: EFE

33 años pasaron para que Napoli, el equipo más emblemático del pasional sur de Italia, vuelva a levantar un Scudetto. El gran nivel futbolístico demostrado en la era moderna, con jugadores emblemáticos como Insigne, Koulibaly, Hamšík o Mertens liderando el vistoso proceso de Maurizio Sarri, no habían bastado para alcanzar la gloria máxima, solo saboreada bajo los años irrepetibles de Maradona desafiando el poderío del norte. Todo ese tiempo esperando dar la vuelta olímpica se terminó hoy, el 4 de mayo de 2023, luego de que el conjunto que viste de celeste alcanzara el empate definitivo en el estadio de Friuli, en Údine, desatando una fiesta incomparable en Nápoles.

Aunque para muchos parezca algo pequeño, ganar la Serie A significa muchísimo para Napolés. Un logro inmenso, de hecho. Alcanza con ver las imágenes del Diego Armando Maradona rebozando felicidad o las calles napolitanas abarrotadas para darse cuenta que este día es histórico. Hoy la capital del sentimiento, la pasión y la locura de todo el planeta se ubica en Italia, bien al sur, con los napolitanos colmando sus barrios al ritmo de “Siamo noi… siamo noi… I campioni dell’Italia siamo noi…”. 

Napoli, dicen muchos, es la ciudad más latinoamericana de Europa debido a la gran pasión que tienen los napolitanos por el deporte rey. Su gran festejo hoy, sin dudas, hace honor y da testimonio de dicha afirmación. Las lágrimas emotivas del georgiano Kvartaskhelia, la figura del año en el Calcio, representan el amor que se tiene por la pelota en la ciudad italiana.

Es curioso que en la temporada 2022-23 se de la consagración napolitana y se 'sucedan', por primera vez, los dos Scudettos de Maradona. Si se hace memoria, es imperativo recordar que Napoli estaba lejos de ser el favorito para ganar esta Serie A, es más, propios y extraños simplemente esperaban un incipiente año de transición con el objetivo de posicionarse en puestos de Europa. 

Y es que el proyecto contaba con caras jóvenes, la salida de emblemas como Insigne y una serie de fichajes exóticos detectados solo por el fenómeno de Cristiano Giuntoli. 

Pero con apenas dos italianos fijos en el onceno, Napoli aglomeró figuras internacionales de todas las regiones del mundo para conformar una escuadra que pasará a la historia del fútbol italiano: Min-Jae (coreano) compartió la zaga con el kosovar Rrahmani y se convirtieron en una de las mejores duplas defensivas del torneo; el eslovaco Lobotka lideró el medio arropado por Anguissa (camerunés) y Zieliński (polaco); el cholito Simeone, hijo de Diego Pablo Simeone, fue vital desde el banco de suplente y se sumó al aporte hispano junto con el uruguayo Olivera y el mexicano Lozano.

Hay más, por supuesto: Meret en el arco sostuvo los momentos de zozobra a lo largo de la temporada; Di Lorenzo, il capitano, se hizo infranqueable en el costado derecho; Mário Rui fue el mejor socio de Kvartaskhelia por la izquierda. Politano tuvo sus momentos al igual que Ndombele. Ni hablar de Raspadori, quien en la previa del Mundial se encargó de llenar los zapatos de Osimhen cuando este no pudo acompañar a los suyos por problemas físicos. 

Luciano Spalletti fue el encargado de darle armonía a este grupo de jugadores. Con un estilo propositivo y dinámico, el entrenador italiano forjó uno de los equipos más disfrutables de los últimos años no solo en Italia, sino en el fútbol europeo. Salidas de balón finas, diversas y armónicas. Buen pressing alto. Líneas juntas y libertad para los mediocampistas. Gambeta en la zona creativa; buena pelota parada y mucho gol. El Napoli, durante meses, fue un gran acontecimiento; destrozando a equipos como el Liverpool o el Ajax en Champions, goleando a la Juventus o firmando uno de los mejores arranques de la historia en la Serie A.

Pero más allá del gran logro colectivo, hay dos individualidades que resurgen por encima del resto: el georgiano Khvicha Kvaratskhelia y el nigeriano Victor Osimhen, quienes conformaron una dupla infernal en ofensiva para llevar al conjunto celeste hasta las puertas del cielo, donde posiblemente hoy celebra don Diego.

Fotografía: EFE

Kvartaskhelia, quien se ganó a fuerza de talento el mote 'Kvaradona', fue la gran sensación del curso. Su gambeta indescifrable y extraña zancada lo convirtieron en la figura de moda del fútbol europeo. Un jugador realmente distinto, con capacidad para golpear (y acariciar) la redonda con sus dos piernas o salir para ambos lados de la cancha; con una finura envidiable para asociarse y construir paredes. 

Khvicha, del que muchos todavía no saben pronunciar su nombre y facilitan la cuestión apodándolo "el georgiano", se encargó de darle el aporte místico a un equipo que necesitaba de un talento diferencial para sostenerse. Con el número 77 a las espaldas, las medidas bajas y un reconocible porte de potrero, Kvartaskhelia no necesitó ni de tiempo ni adaptación para llenar el espacio que había dejado Insigne. En cuestión de partidos, se metió en su bolsillo a la afición napolitana y a los fieles seguidores del Calcio.

Su compañero de ataque, Osimhen, no pudo haberlo disfrutado más. Cada vez que Khvicha encaraba el nigeriano empezaba su propia lucha con los defensores; a menudo llevados al límite por la fortaleza y potencia del africano.

En una época de 'nueves' finos con alma de volantes, Osimhen encarna la figura del atacante clásico: potente, ubicado con el zaguero y la última línea, rematador, cabeceador y egoísta. Porque sí, a Victor no hay que darle un resquicio, porque prueba al arco y emboca. Un animal del área y un calvario para los defensores de la liga donde mejor se defiende en toda Europa. 

Osimhen y Kvartaskhelia resultaron ser tan complementarios como ganadores. Su sintonía dentro del campo, sumado a su hambre de gloria, hicieron que se conviertan en una dupla imparable pocas veces vista al sur de Italia. Una anomalía en la mátrix de un fútbol cada vez más mecanizado. Magia y remate puestas al servicio de la eficiencia.  

Que Napoli haya gritado campeón, con este dúo a la cabeza, es un sorbo de justicia divina en un deporte que no suele premiar a los equipos que se rebelan a la corriente hegemónica.

Quizás en el furioso presente no se dimensione en su justa medida, pero estamos en presencia de un momento histórico. Por eso no tengo dudas: en 20 o 30 años, con una leve sonrisa esbozada en mi rostro, le diré a mis hijos, orgulloso, que vi al Napoli liderado por un georgiano y un nigeriano salir campeón.

Emmanuel Rondón

Periodista y editor de Americano Media. Especializado en política americana, análisis de medios y deportes. 

Emmanuel Rondón

Periodista y editor de Americano Media. Especializado en política americana, análisis de medios y deportes. 

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