Por mucho que intentemos volver a las memorias de nuestra infancia, hay ciertos factores que determinan cuánto podemos recordar
Los primeros recuerdos de nuestra vida, esa ventana al pasado que a menudo parece difuminarse en la niebla del tiempo, son un tema de estudio fascinante. La psicóloga infantil Carole Peterson y su equipo han dedicado años a investigar cómo y cuándo se forman estos recuerdos tempranos en la mente humana. Su trabajo revela que la edad en la que empezamos a tener recuerdos es más temprana de lo que comúnmente se creía, con eventos que pueden remontarse hasta los dos años y medio.
La formación de recuerdos en la infancia es un proceso complejo y maleable, influenciado por diversos factores, como la forma en que se realizan las entrevistas y las tareas previas. Es interesante observar cómo los niños criados en diferentes entornos culturales y sociales pueden desarrollar recuerdos en momentos distintos de su vida.
La amnesia infantil, que generalmente afecta a la capacidad de recordar eventos anteriores a los tres o cuatro años, se debe en parte a la falta de desarrollo del hipocampo y a la incapacidad de verbalizar recuerdos en una etapa temprana. A medida que adquirimos habilidades lingüísticas, nuestra capacidad para recordar y comunicar eventos pasados se expande.
En resumen, el estudio de Carole Peterson desafía las nociones convencionales sobre cuándo comienzan nuestros primeros recuerdos personales. Su investigación sugiere que estos recuerdos pueden remontarse a edades más tempranas, en torno a los dos años y medio, y nos invita a explorar cómo las personas pueden acceder a esos recuerdos que a menudo sienten que están al borde de su conciencia, pero que no pueden recordar con claridad.
