Cuando se intenta explicar por qué la gente sigue votando por la izquierda a pesar de todos los daños que esas ideas políticas han hecho, la repuesta suele apuntar a que muchos no entienden de economía por lo tanto creen que el intervencionismo estatal es la solución a todos los problemas. El asunto es más complicado que eso, e involucra cuestiones psicológicas que para ser cambiadas necesitan mucho más esfuerzo que lo que requiere una clase de economía.
Es cierto que mucha gente no sabe qué es el PIB, de dónde viene la inflación o cómo funciona la ley de la oferta y la demanda, pero han visto que siempre y en cada lugar que se aplica el socialismo, la desembocadura lógica es la destrucción; pueden ver cómo la migración económica ocurre de lugares socialistas a lugares capitalistas y no al revés; y los datos son muy claros y están a disposición de cualquiera, los países más prósperos son los más capitalistas y los más pobres son los más socialistas.
El problema es que aunque la evidencia está al alcance de todos, mucha gente debe lidiar con conceptualizaciones erradas del mundo y en general con asuntos psicológicos que luego determinan la manera en la que se comportan y las elecciones políticas que toman.
El miedo a la incertidumbre
Todos tenemos que afrontar en nuestras vidas el miedo a la incertidumbre, pero algunos lo hacen mejor que otros. Como humanos es imposible que controlemos lo que va a ocurrir con nuestras vidas, siempre llegarán momentos en los que sintamos tristeza o ansiedad ante la posibilidad de perder el trabajo, de no tener cómo sostener a nuestras familias, de enfermarnos y no poder seguir adelante, pero de cómo gestionemos esas incertidumbres dependen muchas cosas en nuestra vida, nuestra salud, el ánimo que tengamos, las oportunidades que ganemos o perdamos e, incluso, nuestras elecciones políticas.
Una persona que se siente incapaz de salir adelante, de recuperarse de los golpes de la vida, es alguien temeroso, que estará buscando refugio a toda costa, incluso a cambio de su libertad. Es mucho más fácil para los políticos socialistas, que ofrecen subsidios sin límites y todo tipo de dádivas, conseguir votos entre una población llena de miedo y de incertidumbre y que se sienta incapaz de salir adelante por sí misma, que entre un pueblo que tenga dentro de sus valores el trabajo duro, las ganas de emprender, el positivismo de pensar que sí se puede salir adelante.
Las ganas de pertenecer y la incomodidad con la duda
Todos queremos pertenecer a un grupo, además todos tenemos ambientes —como el trabajo— donde debemos mantener buenas relaciones. Las cuestiones políticas son siempre temas difíciles que causan grandes desencuentros. Mucha gente, sobre todo jóvenes, tienen ciertas ideas políticas no porque después de haber hecho un análisis del asunto hayan concluido su ideología, sino porque hay una especie de consenso en la sociedad sobre que ser de derecha implica ser una mala persona: ambiciosa, sin amor por el prójimo, que desprecia al pobre, y otro montón de cuestiones negativas.
El afán de pertenecer o por lo menos de no ser tildado de mala persona hace que muchos ni siquiera se cuestionen ciertas cosas y se den la oportunidad de cambiar de opinión. Muchos simplemente han crecido creyendo que ser de derecha está mal pero ni siquiera saben qué implica una u otra orientación política. Su conocimiento es básico y todas las decisiones políticas se basan en los juicios que ha escuchado de su entorno.
La búsqueda de la verdad implica honestidad y también humildad. Humildad para reconocer que podemos equivocarnos, que algunas veces vamos a descubrir que estuvimos equivocados por años, pero que tenemos el valor para cambiar de idea. Sin embargo, por estos días esa búsqueda de la verdad y cualidades como la honestidad y la humildad no están muy presentes en la gente, que cada vez dedica más tiempo a pertenecer y a actuar como todos actúan en redes sociales que a trabajar en sí mismo.
El olvido de Dios y de los valores conservadores
En psicología es fundamental entender el impacto que los valores y las creencias religiosas tienen en la vida de una persona. Diferentes corrientes pueden tener disímiles interpretaciones de ese efecto pero es ampliamente estudiado y reconocido.
Las personas que creen en Dios tienen una forma muy particular de sobreponerse a sus dificultades y a sus debilidades como el miedo a la incertidumbre. Si un creyente pierde su trabajo el impacto emocional es mucho más llevadero que el que tiene alguien que no cree en Dios, porque el verdadero creyente sabe que Dios no lo abandonará y no debe entrar en pánico.
De modo que alguien que tiene la tranquilidad que da la confianza en Dios no va a vivir una vida desesperada buscando un político que le prometa seguridad y un sinfín de subsidios, porque sabe que su seguridad viene de Dios. No es una persona débil que tome decisiones basado en la angustia.
Por otro lado, la creencia en Dios también ha dejado en la sociedad ciertos valores, que son conservadores porque vienen de la religión, y que muestran una forma muy particular de vivir. Un creyente no puede robar, mentir, matar, envidiar y otro tipo de cosas que son consideradas pecados. El socialismo, cuando se aplica de verdad, comete sistemáticamente todos esos pecados, por lo tanto, un verdadero creyente no debería votar por el socialismo.