SPOILER ALERT:
El episodio de este domingo de Succession, America Decides, prometía ser uno de los más impactantes de la serie, según palabras del propio creador Jesse Armstrong. No hubo sorpresa: Armstrong tenía razón. El episodio logró mantener la calidad que hasta ahora lleva la cuarta y última temporada de Succession, la mejor de la serie, pero sumando tensión y nervios que hasta ahora no habíamos visto.
Los americanos están eligiendo a su próximo presidente y se debaten entre el liberal Jimenez o el conservador Mencken, al que sus detractores progresistas acusan de extrema derecha. ATN, de la familia Roy, inspirado explícitamente en Fox News, se decanta por el conservador, no solo por alineación de principios sino por la promesa de futuros favores. En medio de las tensiones de lo que los medios han llamado "la elección más importante de la historia", ATN asume un papel determinante en el que, si adjudica algún estado a Mencken, lo hace presidente, incluso pese a las dudas —porque hubo un incendio provocado en un colegio electoral en el que se perdieron miles de votos que los demócratas dicen que, ¡oh, sorpresa!, cada uno iba para Jimenez.
La serie peca de sobredimensionar la coyuntura, volviéndola un evento vital —o letal— para el futuro de Estados Unidos, y los guiños a la contienda de Trump contra Biden son evidentes. No obstante, aunque hasta ahora no se ha sentido que Succession sea propaganda liberal —o conservadora—, en su esfuerzo por dibujar paralelismos entre el delirante de "extrema derecha" Mencken y la candidatura de Donald Trump, termina, en cambio, develando las mentiras, los intereses y la manipulación que también se esconde detrás de los bienintencionados progresistas.
Siohban, quien en este capítulo pretende descollar como la voz de la razón, alerta sobre el peligro de apoyar a Mencken, incluso si su triunfo podría ser un regalo para las motivaciones de su familia. No obstante, tras sus pataletas altruistas lo que hay es su necesidad de congraciarse con Lukas Matsson, el extravagante magnate tecnológico por el que, como Judas, vendió a su familia. Para disuadir a sus hermanos de abrazar a los republicanos, les sugiere que, de los demócratas, también podría obtener favores y que ella misma los buscaría.
Su plan queda desvelado cuando Kendall Roy, quien hasta entonces se debatía entre arriesgar todo por Mencken o mantenerse al margen, favoreciendo a Jimenez, llama a los demócratas para saber qué puede obtener su familia a cambio de no apoyar a los republicanos. En esa conversación Kendall se da cuenta de que su hermana, Siohban, jamás intentó ganarse a los demócratas y que sus alaridos no son por la democracia de América, sino por su relación con Matsson.
Una vez Siohban, la única que abogaba por sensatez, queda expuesta como otra serpiente más en este peligroso juego de poder, Kendall se torna pragmático y decide, pese a sus inquietudes, apostarle a Mencken, el único caballo que realmente le convenía a su familia y a su organización. Y así, Estados Unidos elige a su próximo presidente. Y así, nos revela Succession, se determina la democracia en América.
Sea para los republicanos o sea para los demócratas. La conclusión es la misma: en las elecciones ficticia de la serie más exitosa de estos años —y, sin duda, una de las mejores de nuestros tiempos—, el favorecido por la maquinaria mediática y económica es Mencken, a quien la izquierda, seguro que fuera de sí y contaminada por una peligrosa histeria paranoica, acusa de ser quien destruya la república; pero en la vida real pudiese haber sido Biden, o Trump, o cualquiera.