La gigante empresa de cerveza Anheuser-Busch ve cómo sus acciones caen en picada después de que decidió asociarse con el activista transgénero Dylan Mulvaney. Al cierre del miércoles Anheuser-Busch había caído un 5,02% Perdiendo 4.562 millones de dólares en capitalización de mercado, según Dow Jones Market Data Group.
En un video publicado en su cuenta de Instagram, Mulvaney dice a sus seguidores: "Este mes, celebré mis 365 días como mujer, y Bud Light me envió posiblemente el mejor regalo: una lata con mi cara".
Beer Business Daily ha dicho que los distribuidores de Anheuser-Busch están "asustados" por la caída en las ventas de Bud Light durante el fin de semana. Parece que la estrategia publicitaria salió completamente al revés para la gigante cervecera.
Diferentes personalidades, como el cantante de música country John Rich, quien aseguró haber sacado de su bar de Nashville las cajas de Bud Light, han desatado una especie de protesta espontánea contra Anheuser-Busch.
¿Por qué la sorpresa?
En una coyuntura en la que cada día vemos una nueva polémica referente a la ideología de género y el activismo trans, no era muy difícil esperar que la publicidad de una persona trans no cayera muy bien a un público de consumidores tradicionalmente masculinos y compuesto en buena medida por obreros y habitantes de las zonas rurales.
Los trans componen menos del 1% de la población total. La obsesión de los ejecutivos de marketing por imponer la agenda de una minoría absoluta, más temprano que tarde les va traer graves consecuencias financieras a las empresas que insistan en la agenda woke.
Sumado a lo anterior, uno de los grandes temas que ya está incluso modificando resultados en las elecciones es la intromisión de esta agenda LGBT en espacio para niños. Colegios, bibliotecas, parques, películas infantiles, entre otros se han convertido en detonantes de grandes discusiones entre padres de familia y activistas LGBT. En un ambiente así de crispado, donde el tema ha tocado las fibras más sensibles de los padres, es apenas lógico que ver a una persona trans, en un bañera con espuma, haciendo publicidad de una cerveza, genere rechazo hacia la obsesión de imponer una agenda política.
¿Es transfobia?
Estados Unidos es un país muy respetuoso de las libertades individuales, afortunadamente lo que ocurre en el país no es rechazo a la libertad de cada persona para elegir sus preferencias sexuales. Las quejas y los pleitos que vemos casi a diario en las noticias no vienen de una molestia por el modo de vida de alguien, vienen del rechazo a la imposición de una ideología que además tiene un trasfondo político.
Esta distinción es fundamental. En el caso particular de Bud Light, por ejemplo, el boicot no es hacia las personas trans, es hacia la idea ridícula de pretender que el consumidor promedio de la cerveza se sienta identificado con una población que es menos del 1%.
Lo que estamos viendo es el agotamiento de una sociedad que ve cómo una minoría quiere poner sus temas en absolutamente todos los ambientes y de maneras que incluso son ridículas e insultantes. El mismo Dylan Mulvaney ha promocionado tampones de la marca Tampax. Una publicidad como esa es un insulto no solo a las mujeres sino a la inteligencia, hemos llegado al extremo de negar la realidad al punto que un hombre está promocionando tampones.
Para ser exactos, los conflictos que vemos en estos días no son entre heteros y LGTBI, son entre gente (heterosexuales o de cualquier "identidad") que no quiere ver la agenda LGTBI inmiscuida en todos los espacios de su vida y activistas que pretenden impulsar un comportamiento de menos del 1% de la población en personas que tienen clara su sexualidad.
Mientras tanto, políticos de izquierda usan el asunto para alegar discriminación, transfobia y homofobia, y con eso intentar conseguir votos. Pero la verdad es que estos conflictos no surgen sino hasta que esos activistas (porque no es un asunto de toda la población LGBT) deciden impulsar su agenda incluso entre niños.
El boicot espontáneo a Anheuser-Busch no es discriminación, es una respuesta natural del mercado a una publicidad que contiene una agenda política que tiene cansada a la mayoría de americanos.