¿Cómo funcionan las economías parasitarias y por qué podrían destruir el mundo?

¿Quieres recibir notificaciones de alertas?

TEMAS DE HOY:

'
'

¿Cómo funcionan las economías parasitarias y por qué podrían destruir el mundo?

La finalidad de todo Estado colectivista/socialista es propiciar la máxima centralización de atribuciones y poderes, mientras que fomenta las sociedades parasitarias con el objetivo de tener a toda la población dependiente de los favores de políticos

Por Emmanuel Rincón

Lunes, 16 de enero de 2023 a las 12: 31
Lunes, 16 de enero de 2023 a las 12:31
Foto de Ant Rozetsky en Unsplash

“Todos quieren vivir a expensas del Estado. Olvidan que el Estado quiere vivir a expensas de todos”, esta histórica frase de Frédéric Bastiat, más allá de exponer un problema económico que se ha venido arrastrando desde hace siglos, supone un problema filosófico y moral para las sociedades, el hecho de querer sobrevivir a expensas de un Estado que, a su vez, inequívocamente solo puede mantenerse a través del financiamiento privado, lo cual plantea una enorme contradicción.  

La finalidad de todo Estado colectivista/socialista es precisamente propiciar la máxima centralización de atribuciones y poderes, mientras que fomenta las sociedades parasitarias con el objetivo de tener a toda la población dependiente de los favores de políticos y burócratas. Un colectivo dependiente de las dádivas estatales jamás supondrá un peligro para el poder establecido, y por ello es sumamente importante para quienes tienen la intención de ejercer el control de forma autoritaria, eliminar los mecanismos de libre mercado, acabar con las empresas y la banca privada, para así asegurar una dependencia absoluta de la ciudadanía al Estado.

Toda la tesis del marxismo y los discursos y acciones de “redistribución de la riqueza” por parte del Estado, no son realmente efectivos para luchar contra la pobreza o mejorar la calidad de vida de los ciudadanos, pero sí es una tesis realmente efectiva para asegurar el control absoluto de un grupo político sobre la sociedad, pues con la narrativa de que el Estado absorberá los bienes privados para “repartirlos” con el proletariado, lo que consiguen es confiscar las riquezas, eliminar los incentivos privados de producción, sustraer la capacidad de toma de decisiones individuales que brinda la libertad económica, y en últimas, someter a la ciudadanía a un control absoluto por parte del Gobierno.

No puede haber una sociedad libre sin libre mercado, la razón de todo esto es que nuestras relaciones económicas, no solo van a moldear nuestras relaciones sociales y políticas, sino que de la libertad financiera se desprende toda una serie de arquetipos mentales que se van construyendo o derrumbando, según las posibilidades económicas de los individuos de dicha sociedad.

Cada vez que usted acude a un supermercado, a un restaurante, a un cine, sin ningún tipo de coerción, y compra algún artículo o gasta su dinero en determinado servicio, usted está realmente votando con su dinero; usted le está diciendo al mercado que determinado servicio o producto es valioso para la sociedad, y, por ende, debería seguir produciéndose. Por el contrario, en los mercados secuestrados por el Estado, donde no hay una libre oferta y demanda, y tan solo podemos adquirir los productos que nos permite el Gobierno, realmente no tenemos la capacidad de elegir o votar, tan solo estamos sucumbiendo a la necesidad y alimentando el monstruoso aparato burócrata que nos mantiene encadenados.

En las sociedades parasitarias ocurre lo último que acabamos de mencionar, al no haber un intercambio libre de productos y valores, al no existir la libertad empresarial y llegar, como inevitablemente termina sucediendo en este tipo de regímenes, a la escasez de productos de primera necesidad, los ciudadanos se ven obligados a comprar lo que el Estado les ofrece coercitivamente; es el caso de las tarjetas de racionamiento en Cuba, o las cajas CLAP de Venezuela, en la que el Estado les da a los ciudadanos un cupo limitado de productos al mes, y además, generalmente de muy mala calidad, y la mayoría se ve en la obligación de tomarlos y pagar por ellos, porque no tienen un mercado libre al cual acudir, y tampoco la capacidad adquisitiva para conseguir aquellos productos que en cualquier sociedad libre se consiguen a la vuelta de la esquina.

Lo más aterrador de estas sociedades, es que han sido tan desmoralizadas y adoctrinadas durante años, que en lugar de mostrar enojo o insatisfacción con los productos que el Gobierno les termina ofreciendo, llegan a sentirse agradecidos, pues no tienen la posibilidad de comprender que bajo un sistema libre no tendrían la necesidad de la tarjeta de racionamiento o de la caja CLAP, y esto termina convertido en un infinito circulo vicioso donde los burócratas y políticos son cada vez más ricos y poderosos, y los ciudadanos más pobres e incapaces de defenderse ante el avasallador poder del Estado.

Emmanuel Rincón

Emmanuel Rincón es abogado, periodista, escritor, novelista y ensayista. Ganador de diversos premios literarios internacionales.

Emmanuel Rincón

Emmanuel Rincón es abogado, periodista, escritor, novelista y ensayista. Ganador de diversos premios literarios internacionales.

'
'

LAS MÁS LEIDAS

LAS MÁS LEIDAS

LAS MÁS LEIDAS

ÚLTIMAS NOTICIAS