Por estas tierras nadie mató a la gallina de los huevos de oro, como sí ha ocurrido en varios países de Latinoamérica, pero ciertamente hubo que sacrificar hasta a 57 millones de gallinas por efecto de la gripe aviar, lo que trajo como consecuencia la escasez de huevos y una muy marcada alza en su precio.
Tampoco hay tropas peleando en una guerra directa, pero la que está en marcha en Europa, ha inclinado la balanza de los gastos de Estados Unidos en ayuda a los aliados, además de que ese conflicto afecta el suministro de insumos esenciales para la producción de alimentos y algunos servicios clave.
En fin, hay variables externas que determinan los registros económicos. Desde la Administración se indica que hay síntomas de recuperación, que podrían ser mayores si hubiese mayor comprensión por parte de la bancada republicana.
A la gente, aunque le importa —y mucho— la realidad económica y sus impactos en el bolsillo, lo que más le interesa es que le hablen con la verdad, que no la disfracen ni la maquillen con excusas, menos aún con repartición de culpas.
Basta mirar la factura del supermercado para darse cuenta de que todo va al alza, independientemente de que las maniobras estadísticas propias de la macroeconomía indiquen desaceleración de la inflación. Hoy, todo es más caro. Punto.
Alberto Fernández, presidente de Argentina, comentaba hace pocos días que la inflación está en la mente, que es un poco invento. Más allá de la poca rigurosidad científica de tal planteamiento, hay que advertir que si a la estresante situación mundial, nacional, local y doméstica —producto de erradas políticas económicas en el manejo de las variables externas— le sumamos los garrafales discursos de repartición de culpas, sin que nadie realmente asuma responsabilidades ni correctivos concretos, pues el efecto mental se acrecienta, la angustia aumenta y comienza un círculo vicioso de creciente radio.
En Estados Unidos —realmente en ninguna parte— la gente no es estúpida como quienes están en el poder creen. Sería bueno que alguien con un poco de sensatez, advierta que es mucho mejor enfrentar esas variables económicas con rigurosidad y decirlo claramente, a andar desvariando en discursos o “descubriendo” algunos documentos clasificados, para distraer la opinión, porque con esos hallazgos o sin ellos, los huevos están más caros.
Condiciones máximas
Por años los referentes políticos —que no líderes— han insistido en su “lucha” por condiciones mínimas para “competir” en igualdad con quienes detentan el poder.
Cuando esos referentes comprendan que la propuesta debe ser ir por lo máximo, por lo óptimo, entonces estaremos frente a un liderazgo real y compartido.
Mientras se sigan ofreciendo condiciones mínimas, salarios mínimos, casitas y trabajitos, seguiremos teniendo las migajas que ayuden a mantener medianamente la fiesta en paz, pero nunca soluciones que inspiren e impulsen.
Son muchas, muchísimas, las cosas que debemos cambiar, pero entre ellas resaltan el discurso, la narrativa, la manera de enfrentar y comunicar la realidad, no como quien se transforma en relator de la cotidianidad, sino como quien interpreta la necesidad de un país.
Aplica para Venezuela, sí, pero también aplica para todos esos sitios en los que se pregona la igualdad, pero una igualdad desde lo mínimo, sin aspiración basada en objetivos.
Censura, manipulación e intereses
Newsmax fuera de varias compañías de TV por cable, Meta revelando su intención de restaurar las cuentas de Donald Trump en sus plataformas de redes sociales, cambios en los formatos de algunos canales de noticias para convertirlos en algo más cercano a aquella civilización del espectáculo que describe Mario Vargas Llosa.
En esos tres enunciados hay elementos de censura para evitar que todos los mensajes lleguen a la sociedad, de manipulación para dar la impresión de cierto nivel de apertura en las redes y mucho interés, luego de ver los balances finales de las empresas.
El juego no está suficientemente claro para algunos. Los medios —con sus variantes y ahora amplificados por el fenómeno multiplataforma— siguen ocupando su sitio como cuarto poder, pero todos ellos están a la sombra del gran poder fáctico, el Económico, que lo determina todo, y es capaz de mostrarnos —pagando, claro— como la censura puede ser protección para las audiencias, la manipulación una guía para la sociedad, y los intereses, una compensación multidimensional.