El gran terror

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El gran terror

La cocaína no solo destruye vidas, familias, naciones enteras, También los sentimientos de la rectitud y del honor. ¿O tal vez no? Pronto lo sabremos

Por Fernando Londoño

Lunes, 06 de marzo de 2023 a las 16: 31
Lunes, 06 de marzo de 2023 a las 16:31
imagen de archivo del presidente de Colombia, Gustavo Petro. EFE/ Mauricio Dueñas Castañeda

Vamos a cumplir 30 años, cómo pasa el tiempo, del día en que Ernesto Samper Pizano fue elegido presidente de Colombia con el dinero del narcotráfico, del Cartel de Cali de los Rodríguez Orejuela, para ser más precisos.

En aquel colosal escándalo tuve el riesgoso y duro papel que desempeñé como abogado de Fernando Botero Zea, quien nunca entendió por qué le faltó carácter para enfrentar a su amigo Samper en aquellos terribles episodios.

El país y América han olvidado esos sucesos, que poquísimos recordamos. Menos la mafia, que tiene larga memoria como lo he podido recordar con los atentados en mi contra, que por poco me cuestan la vida.

Así que los sucesos de ahora, cuando la familia presidencial y el propio Gustavo Petro se han envuelto en las redes de esta confabulación, nos repugnan pero no sorprenden. El presidente Petro no es el primer amigo de los que producen y trafican cocaína elevado a la primera magistratura de la Nación.

¡Cuánto dolor, cuántas muertes, cuántas familias ha destruido la cocaína! Solo Dios sabe, porque no parecemos interesados en la afrentosa estadística. Y cuántos esfuerzos en vano por hacerle frente.

Cuando la vida nos dio el honor de acompañar en su primer gabinete al presidente Uribe, nos encontramos con la cifra dolorosa de ciento cuarenta mil hectáreas sembradas de coca en Colombia. Un año después no pasaban de setenta mil. La fumigación aérea nos había permitido la hazaña. Uribe dejó el país con cuarenta mil hectáreas sembradas de coca, que pudieron ser menos, lo digo con pleno conocimiento de causa. Pero hoy son al menos doscientas cuarenta mil hectáreas y tampoco menos de un mil quinientas toneladas métricas de cocaína, que hay que multiplicar por mil, para traerlas a kilos, otra vez por mil para llevarlas a gramos y el resultado por cien para convertirlas en dólares. Bien se ve, Elon Musk es un pobretón frente a los negociantes en ese maldito producto.

Nicolás Petro nunca oyó en su casa una palabra contra la coca. Así que le pareció asunto de poca monta recibir centenares de miles de dólares de traficantes convictos y confesos para la campaña política de su padre a la presidencia de la república. No lo mamó en la cuna, dirían en España. Como tampoco tenía claro que estaba mal hecho meter en su bolso el dinero que narcotraficantes le dieron con destino a la campaña. Era asunto menor, tal vez por aquello de que ladrón que roba a ladrón tiene mil años de perdón.

Su antigua esposa lo delató. Y no contenta con ello, le entregó todas sus pruebas a una de las mejores periodistas de Colombia. Y Petro lo supo, pero calló en la esperanza de que  su nuera amenazara en vano. Ahora, en medio del escándalo, denuncia penalmente a su hijo y a su propio hermano, por hechos que no son de menor gravedad.

Queda por ver si la conciencia moral de los colombianos se conmueve ahora como hace treinta años ante el para siempre famoso y fatídico proceso 8.000. Por menos han caído muchos gobiernos en el mundo. Pero han pasado treinta años y los delincuentes de ahora están siendo defendidos por un presidente sin el menor sentido de la vergüenza. La cocaína no solo destruye vidas, familias, naciones enteras, También los sentimientos de la rectitud y del honor. ¿O tal vez no? Pronto lo sabremos.

Fernando Londoño

El autor fue ministro de Interior y Justicia de Colombia y es director político para América Latina de Americano Media.

Fernando Londoño

El autor fue ministro de Interior y Justicia de Colombia y es director político para América Latina de Americano Media.