Todo aquel que se atrevió a sugerir el encubrimiento chino de la dispersión del COVID-19 por el mundo fue atacado. Quizá la voz más ruidosa —pero también la más vilipendiada— del momento, fue la del entonces presidente Donald Trump.
Trump, desde la Casa Blanca, lo dijo con la crudeza que le corresponde, pero con la aserción que el mundo necesitaba. Es un "Virus Chino", decía y tuiteaba Trump. Lo entrompaba la prensa correcta, que lo acusaba de racista.
"¿Por qué lo llama el 'virus chino'? Hay reportes de incidentes contra asiáticos en Estados Unidos (...) ¿Por qué insiste? ¡Mucha gente piensa que es racista!", le dijo una reportera a Trump en marzo del 2020. Él, desacomplejado, respondió: "Porque viene de China. No es racista, en lo absoluto. Viene de China, por eso le llamo así. Quiero ser preciso".
A raíz del intercambio y los otros momentos en los que Trump habló del "Virus Chino", la prensa y opinadores siguieron llamándolo racista. Pese a que a lo largo de la historia se han identificado pandemias y enfermedades con el lugar de su hallazgo o surgimiento —como la gripe española o el ébola—, en esta ocasión no era políticamente correcto.
Luego, Trump se atrevió a sumarse a la idea de que, quizá, el COVID-19 se había filtrado del Instituto de Virología de Wuhan, en China, donde se reportó por primera vez el virus, en diciembre de 2019. Este planteamiento le atribuía la responsabilidad del brote al régimen chino, al que además se le acusó de encubrir el desarrollo del virus en su primera etapa —algunos médicos fueron silenciados y perseguidos.
En abril de 2020, apenas unos días después de que un grupo de científicos firmara una carta abierta condenando las "teorías conspirativas" de que el virus "no tenía un origen natural", Trump dijo que "mucha gente está viendo la posibilidad de que el virus chino se filtró de un laboratorio". Los medios lo crucificaron.
El doctor Anthony Fauci, en ese momento el jefe del Gobierno para la investigación de enfermedades infecciosas, fue el primero en salir a refutar a Trump oficialmente. Fauci, por cierto, tenía estrechos vínculos con el laboratorio de Wuhan, pues desde los Institutos Nacionales de Salud, que él dirigía, se financiaban estudios en el Instituto chino de Virología. (Y, la carta abierta de los científicos publicada en marzo del 2020 también se puso en duda cuando se supo que uno de los firmantes, el doctor Peter Daszak, es la cabeza de EcoHealth Alliance, un grupo que trabaja en el Instituto de Wuhan).
Trump siguió hablando, pese a las críticas y acusaciones. Y, poco a poco, la verdad empezó a surgir: en enero del 2021, justo antes de que Trump dejara la presidencia, el Departamento de Estado publicó un informe en el que aseguraba que algunos investigadores del Instituto de Virología de Wuhan se habían enfermado en 2019, antes de que estallara la pandemia.
La Organización Mundial de la Salud (OMS), financiada en su mayoría por China, trató de desalentar la narrativa y, en febrero del 2021, dijo que era "improbable" que el virus haya escapado de un laboratorio. En esos días, la OMS llevó a cabo un estudio de campo en el Instituto, para tratar de desbaratar la idea de que el virus se filtró. El estudio fue excesivamente cuestionado porque China no le dio acceso a casi nada a los investigadores.
En mayo de ese año otro grupo de científicos publicó un informe en la prestigiosa revista Science diciendo que se debe tomar la hipótesis de la filtración con seriedad.
Unas semanas después, el primer informe oficial le dio la razón al expresidente Trump. El FBI, luego de revisar documentos, concluyó que "la pandemia era posiblemente el resultado de una filtración del laboratorio". Y, finalmente, la última confirmación: hace un par de días, este 26 de febrero, el Wall Street Journal reveló la exclusiva de que el Departamento de Energía de Estados Unidos concluyó que el COVID-19 fue muy probablemente el resultado de una filtración de un laboratorio.
"Este nuevo informe pone de relieve cómo diferentes partes de la comunidad de inteligencia han llegado a juicios similares sobre el origen de la pandemia. El Departamento de Energía se une ahora al FBI al afirmar que el virus se propagó probablemente a través de un accidente en un laboratorio chino", se lee en el Wall Street Journal.
El diario acota que no es raro que el Departamento de Energía haya llegado a la conclusión. En cambio, es muy notable y relevante, ya que la agencia "tiene considerable experticia científica y supervisa una red de laboratorios nacionales, algunos de los cuales llevan a cabo investigaciones biológicas avanzadas".
Desde que se planteó por primera vez la idea, China ha buscado borrar cualquier evidencia, ha evitado cualquier investigación y precisa como enemigo a quien se atreva a dudar. Como bien señala el Wall Street Journal en su último editorial, "el comportamiento de China es una prueba fehaciente de que teme lo que pueda descubrir una investigación independiente".
A estas alturas la tesis más sensata es que el virus, en efecto, se filtró del Instituto de Virología de Wuhan. De ser así, China queda como la responsable de uno de los mayores crímenes contra la humanidad en los últimos años. Y Trump, junto a tantos otros valientes, queda como quien tuvo la razón y la defendió, aunque no fuera lo correcto políticamente. Esa precisión hay que reconocerla, en aras de determinar a China como una de las mayores amenazas que enfrenta actualmente el mundo libre.