La edad y sus trampas juegan un papel trascendental en el futuro político de Estados Unidos. El destino de este país está en manos de quienes no confían en alguna posible generación de relevo. Los liderazgos estadales están guardados para mejores oportunidades y pocos tienen la valentía de reconocerlo.
Joe Biden, actual presidente y Donald Trump, expresidente, se juegan cartas condicionales diferentes.
Las aparentemente visibles deficiencias propias de la edad geriátrica atentan contra la esperada energía del líder de una de las potencias del mundo. Los ya recurrentes casos judiciales y la energía de un contendor que hace ruido aun sin subirse al ring hacen frente al principal referente de los republicanos.
Las variables de mayor impacto, en esta ocasión, no están bajo control de los protagonistas. Entretanto el país y el mundo se mueve en un letargo particular, con situaciones económicas y geoestratégicas que afectan el desarrollo de los países y sus ciudadanos.
La economía, en sus datos macro y micro, no permite avizorar mejores tiempos y la lucha retórica se impone, con el consecuente hastío por parte de la sociedad.
Otras naciones ya han pasado por esto. El pronóstico es reservado, a menos que alguien con dejos de sensatez advierta que es necesario –sin que ello implique la instauración de dinastías– que es el momento de establecer puentes con otras generaciones, con otras visiones, para que parafraseando ambas consignas, se pueda trabajar y hacer grande a EEUU de nuevo.
II
Ron DeSantis no quiere sorpresas. Tras la contundencia del triunfo en noviembre pasado, todo parece indicar que este segundo término en la gobernación puede convertirse en trampolín de anticipación hacia la Casa Blanca.
Despejando posibles dilemas, sus compañeros de partido han propuesta una enmienda que le garantizaría el puesto, en caso de perder la nominación presidencial interna, e incluso, en caso de perder la elección nacional del año próximo. Un auténtico, ganar-ganar, poniendo todos los huevos en una canasta, pero sin opción a perderlo todo.
La condición aquí va por la credibilidad, por el respeto del electorado, por la confianza en sí mismo, y por la decisión a medias de enfrentarse o no, a un reto de grandes proporciones.
Expertos en el tema señalan que a mediados de mayo habrá un pronunciamiento oficial. Hasta ahora solo amagos. La ruta hacia la Casa Blanca no es por autopistas, entenderlo consolida las opciones en el corto, mediano y largo plazo.
Solo si...
A menos de 24 horas del inicio de la Conferencia Internacional sobre Venezuela, celebrada en Bogotá, el chavismo –que propició ese encuentro de delegaciones multinacionales– dejó clarísimas sus condiciones para acatar cualquier exhorto.
Las declaraciones de los más altos representantes del chavismo se resumen en su necesidad de “borrón y cuenta nueva”, pero con ellos como dueños del lápiz, el borrador, el cuaderno, e incluso del libro de registros.
Una vez más, las variables controladas no son las únicas en juego.
La Corte Penal Internacional es un organismo absolutamente independiente. Lento, muy lento, pero independiente. El teléfono rojo no opera en sus oficinas y las pataletas parecieran que no son la mejor opción de defensa.
Gerardo Blyde, jefe de la delegación de la Plataforma Unitaria en la Mesa de Negociación con el auspicio del Reino de Noruega y otras naciones, advirtió que cada día que pasa sin volver a la mesa es un día que no se recupera. El proceso electoral de 2024, aún sin fecha definida –lo que agrieta más la confianza entorno a ese posible evento, podría correr la misma suerte del efectuado en 2018, lo que generó esta crisis de desconocimiento internacional.
Son muchas las condiciones. Muchas las variables. El reclamo desde el oficialismo va más en función de los intereses particulares que en función del país –nada nuevo bajo el sol–, habrá que ver si desde el lado de las propuestas alternativas, se resuelve un reencuentro real, que anteponga lo común a las particularidades y entonces la fuerza de la unión genere las presiones necesarias para que esas condiciones –que parecen altaneras– mermen, y el país pueda definir su destino, sin condiciones.
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