Cuando te formas en medio de ese ambiente político en el cual cada uno actúa según su propio interés, sin respetar el derecho común, ni el bienestar de la sociedad, ni mucho menos el impulso para el desarrollo real de los ciudadanos, caes fácilmente en la tentación de creer que esa realidad es única de esos países, de los cuales venimos.
Pero no es verdad. Es un mal de muchos, que por desgracia no llega —ni por asomo— a convertirse en consuelo, ni de tontos ni mucho menos de listos.
Cuando el demócrata Hank Johnson comentaba con tono serio que los documentos clasificados —para la defensa de la seguridad nacional— pudieron ser sembrados por opositores políticos al presidente Biden, creí estar escuchando a los defensores del Kirchnerismo en Argentina o del chavismo en Venezuela.
Luego surgió la propuesta de reducir la edad mínima para el voto, de 18 a 16 años, con la idea —siempre simple— de aprovecharse de las vulnerabilidades de la juventud y su marcada tendencia a cometer errores trascendentales solo por llevarle la contraria a la lógica. Copia textual de aquella propuesta leguleya de Hugo Chávez hace poco más de una década.
Grace Meng, demócrata por Nueva York, y otros 12 congresistas —entre quienes se cuenta a, por supuesto, Alexandria Ocasio-Cortez— forman parte de este corillo que avala tal propuesta.
Ni hablar de las necesarias interpretaciones de los traductores de palacio, cada vez que el primer mandatario recita alguna idea díscola, propia de quien no tiene noción del tiempo, ni del espacio, ni de la época.
Así, mientras algunos se creen herederos directos de Simón Bolívar, otros dicen haber acompañado a Martin Luther King en sus recorridos y discursos.
Se trata de una tendencia inamovible en este momento histórico al que asistimos. Los gobierneros se trazan épicas espectaculares, los hijos —o familiares muy, muy cercanos— se empeñan en empañarlas con andanzas por Ucrania, o malas compañías de “blanca” procedencia, unos medios cooptados que se esfuerzan por ocultar la verdad y una fuerza —generalmente discriminada— que con el paso de los meses o años, termina teniendo la razón.
Solo los peluqueros aprenden en cabeza ajena, pero es tiempo de que nos demos cuenta de que ciertamente se trata de un plan de largo aliento, que procura mantener en manos de incompetentes el destino no solo de países aislados, sino de todo el mundo.
Todo tiene consecuencias. No hay manera de creer en la candidez de un abuelito bonachón. Eso no existe.
No hubo tales errores en la custodia de los documentos, ni tampoco se trata de justicia en la laxitud propuesta para entregar la responsabilidad de voto en aquellos que solo se perfilan como hombres y mujeres de bien. Tampoco esas fallas en el discurso, tan remarcadas son traspiés sin importancia.
Todo está medido, orquestado, dirigido. No es una teoría de conspiración.
Nos toca, se nos obliga, a estar muy atentos, porque estas “meteduras de pata” realmente forman parte de un plan muy bien estructurado que solo persigue nuestra sumisión. Vivamos en Cusco, Barranquilla, Maracay, Córdova o Sacramento.
Ya se sabía
El 30 de diciembre de 2022 los diputados venezolanos electos en 2015 no “tumbaron” a Guaidó. Acabaron una narrativa jurídica y política. Junto a Guaidó, eliminaron la figura de reconocimiento y allanaron el camino para toda esta seguidilla de actos menos que simbólicos.
La doctora Dinorah Figuera, actual presidente de ese simbólico parlamento, enfrenta un marcadísimo problema de reconocimiento, sin que esto implique que no cuenta con una amplísima hoja de vida dedicada al servicio público.
La arremetida desde la institucionalidad chavista era una jugada cantada, y aun faltan movimientos, para que desde lo interno se termine de desvanecer cualquier dejo de sostenibilidad de aquello que llegó a ser el último bastión del sistema democrático que conocíamos.
Definitivamente ese 30 de diciembre marca la historia. Lo que venga ahora es necesariamente la construcción desde cero. Imposible reconstruir lo que se ha vuelto escombros.
¡Una real pena!
No Más Fake News
En Americano Media acabamos de cumplir —internamente— nuestro primer año. No ha sido sencillo, porque los comienzos nunca son fáciles.
Hay infinidad de razones para celebrar y festejar, pero nosotros lo hacemos con el lanzamiento de un nueva campaña, que nos posiciona como el medio de comunicación en español que apunta a contar las historias tal y como son, sin aditivos.
No Más Fake News es nuestra apuesta-compromiso, es nuestra manera de decir: aquí estamos para cumplir con una función auténticamente social, sin medias tintas, defendiendo nuestra posición de ser la primera cadena conservadora en español para el público hispano, pero sin desconocer la verdad, asumiéndola desde todos los ángulos.
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