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Los asesinos de la belleza: como la horrible modernidad ha colaborado en el deterioro de nuestra civilización

Las estructuras grandilocuentes y hermosas del pasado han empezado a ser sustituidas por expresiones brutalistas, o cajas de concreto que han sustituido los espacios de hábitat, esparcimiento y desarrollo

Por Emmanuel Rincón

Miércoles, 25 de enero de 2023 a las 13: 26
Miércoles, 25 de enero de 2023 a las 13:26
Foto de Jonathan Körner en Unsplash. Florencia, Italia

La fealdad nos invade y agobia nuestros sentidos. No es una exageración hipérbole. Las grandes obras arquitectónicas del pasado que fascinaban nuestros sentidos e inspiraban nuestra imaginación, de a poco han ido desapareciendo de nuestras ciudades y espacios vitales.

Para las civilizaciones antiguas siempre fue un asunto sumamente primordial el brindar a las deidades los debidos respetos y tributos, gracias a ello, tenemos actualmente clásicas y hermosas construcciones arquitectónicas en buena parte del mundo, dirigidas a ofrecer espacios de conexión espiritual a las masas y a servir como muestras de respeto y admiración a sus dioses.

Además de ello, en el mundo anterior, gobernado por monarquías y reinados, la ostentación, las riquezas y la propia belleza, no eran un tema de debate, y los seres humanos dedicaban recursos, tiempo y espacio, para crear ambientes que estimularan los sentidos de los visitantes y residentes de diversas ciudades y culturas. En ese momento la arquitectura además de utilitarista debía ser hermosa, pues de nada servía un techo sobre el cual dormir si el mismo no era capaz de ofrecer comodidad y felicidad a sus habitantes.

Lamentablemente, con el paso del tiempo, a nivel arquitectónico esto empezó a cambiar, lo que a largo plazo iniciaría el relativismo cultural que gobierna nuestros días; entonces, las ciudades que anteriormente se diseñaban con el propósito de enaltecer la vida, fueron cambiando con un sentido vacuo, netamente utilitarista que terminaría destrozando la estética de la civilización.

Hay un hombre que jugó un rol vital en este afeamiento del modernismo, su nombre es Adolf Loos, arquitecto austriaco, quien a principios del siglo anterior declaró la guerra a los ornamentos: «La evolución de la cultura marcha con la eliminación del ornamento de los objetos útiles», llegó a dictaminar en un ensayo llamado “Ornamento y delito”, en el que básicamente equiparaba la ornamentación y la excesiva decoración con un crimen, pues a su forma de ver las cosas, la arquitectura debía tener un fin utilitarista por encima de todas las cosas. Loos llegó a utilizar términos como “inmoralidad” y “degeneración” del ornamento para explicar su teoría, alegando que dichos adornos pasaban rápidamente de moda y quedaban obsoletos: “Liberarse del adorno es un signo de fortaleza espiritual”, llegó a declarar.

Para el austriaco y una corriente de nuevos arquitectos, las edificaciones debían cumplir el rol para el que fueran destinadas, y había que limitar el excesivo gasto en decoración y ornamentos, como resultado, la arquitectura rompió con la finalidad decorativa para dirigirse a un apartado netamente utilitarista y económico. Los ventanales, estatuas, columnas externas, y materiales costosos, comenzarían a ser eliminados o sustituidos para poder maximizar las ganancias y apresurar la construcción de las obras arquitectónicas; todo aquello, sumado al abandono de los valores religiosos, y el crecimiento del agnosticismo en la población —valor de incredulidad que yo mismo comparto—, son, a mi parecer, las razones principales por las que se produce un cambio tan radical en las construcciones modernas.

Para cualquiera con un mínimo de sentido estético, es fácil y notorio el observar la belleza que conserva una buena parte de ciudades europeas, con construcciones y una planificación que data de varios siglos atrás, en contraste con las ciudades de Estados Unidos, mucho más modernas, con menos historia, y que han sido levantadas de forma extensa y abrupta cuando los automóviles llegaron a nuestras vidas, lo que también promovió el ensanchamiento urbano.

En la antigüedad los centros urbanos debían estar más juntos por razones prácticas, en la actualidad, la aparición de automóviles ha permitido que los centros urbanos estén cada vez más alejados, lo cual evidentemente ha traído grandes beneficios a las sociedades, pero a su vez, tanto estética, como culturalmente, ha arruinado la proliferación de los espacios citadinos donde se congregaba la población para comerciar, comer, y nutrirse —espiritual y culturalmente hablando—. 

Las estructuras grandilocuentes y hermosas del pasado han empezado a ser sustituidas por expresiones brutalistas, o cajas de concreto que han sustituido los espacios de hábitat, esparcimiento y desarrollo.

Evidentemente la razón economicista de cierto modo ha beneficiado a la sociedad, más personas tienen ahora la posibilidad de tener un espacio propio para residir debido a la proliferación de estas cajas de concreto —edificios—, sin embargo, se ha hecho a costa de sacrificar la belleza de nuestros espacios públicos.

Diversos estudios —que no señalaremos de forma separada debido a la multiplicidad de los mismos— han establecido que la arquitectura y los espacios urbanos hermosos pueden propiciar a los seres humanos de sentimientos de felicidad, relajación y positivismo, entre otros. A su vez, en Estados Unidos surgió la “Teoría de las ventanas rotas”, que establece que los signos visibles de delincuencia, comportamiento asocial y disturbios, crean un ambiente que fomenta el vandalismo y la delincuencia, esto se ejemplificaba argumentando que un edificio con una ventana rota tenía más probabilidades de que rompieran el resto de sus ventanas, que el de otro edificio que no tuviese ventanas rotas, pues los ambientes urbanos descuidados, desordenados y sucios, fomentaban la aparición de conductas antisociales.

Para los estudios anteriormente mencionados, también hay muchos otros que ofrecen nuevas explicaciones e intentan contradecir lo expuesto, sin embargo, mi visión es bastante más cercana a la teoría de ventanas rotas, y es por ello por lo que, en mi perspectiva, la arquitectura, la belleza y el orden son un aspecto esencial para mantener el respeto y el imperio de la ley en nuestras sociedades.

Mis comentarios respecto a este tema, lejos de ofrecer una crítica al sistema de planificación urbana moderno, es más un llamado de atención a los especialistas en el tema para cuidar y preservar nuestros monumentos y construcciones —antiguas e históricas—, y rechazar en la medida de la posible el modernismo a nivel arquitectónico, para tratar de construir o reconstruir, si fuere el caso, espacios urbanos más sociables, alegres, inspiradores y positivos.

Emmanuel Rincón

Emmanuel Rincón es abogado, periodista, escritor, novelista y ensayista. Ganador de diversos premios literarios internacionales.

Emmanuel Rincón

Emmanuel Rincón es abogado, periodista, escritor, novelista y ensayista. Ganador de diversos premios literarios internacionales.

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