Rusia está sola en el mundo. La invasión a Ucrania ha sido universalmente rechazada y los crímenes de lesa humanidad cometidos en ese país no solo le han valido críticas y ataques, sino condenas y castigos. Y es en ese contexto en el que se produce la visita del Canciller ruso a Latinoamérica, que no puede entenderse sino como el desesperado intento por conseguir amigos en alguna parte. Brasil, Venezuela, Nicaragua y Cuba han recibido de brazos abiertos a Lavrov, en una actitud incomprensible y torpe.
El Presidente de Brasil, Lula Da Silva, no encuentra cómo justificar semejante estupidez y ha dicho, válganos Dios, que rechaza la invasión rusa a Ucrania, o cuando menos que la invitación a Lavrov no implica que enfrente la posición universal de rechazo a su conducta, es decir, a la conducta de Rusia en Ucrania.
Esta barbaridad se comete cuando están pasando cosas de suma trascendencia en este continente. Venezuela, mejor dicho, su régimen atroz, está implorando que le perdonen sus crímenes, usando el compadrazgo que tiene con Gustavo Petro. Mientras tanto, Cuba se muestra en la misma tónica, porque quiere sobrevivir. Nicaragua no cuenta para nada: es una tiranía familiar incrustada en un pequeño país en el que se violentan todos los derechos humanos, y nada más que eso.
La gira de Lavrov aspiraba a ser más amplia. Porque le faltó Colombia, pero hasta para la mente retorcida y pobretona de Petro era como mucho recibir a Lavrov al mismo tiempo que visitaba a Biden, que no ha parado de mandar armas y cuanto recurso puede a Ucrania para que se defienda. Y AMLO, el Presidente de México, no se atrevió a arriesgar su gigantesco superávit comercial con los Estados Unidos.
Cuando se escriben estas líneas, parece asegurada la aceptación de Ucrania como miembro de la OTAN y Alemania ha expulsado todos los diplomáticos rusos de sus territorios. Entonces, ¿en qué quedamos?
No valen las disculpas tardías y mediocres de Lula Da Silva. Tampoco cuentan las peroratas cantinflescas de Petro sobre la paz total. Aquí y ahora no valen las posiciones ambiguas. Brasil, Venezuela, Nicaragua, Cuba y Colombia, están o no están con Occidente en su lucha contra la tiranía rusa. Así de simple. Lo demás es pobre e insuficiente retórica.
Lavrov andará diciendo en Rusia que no está sola. Que la acompañan cuatro o cinco países latinoamericanos. Algo es algo en medio de semejante soledad. Pero esa es otra historia. Aquí y ahora estamos con Ucrania o aceptamos la invasión rusa. Estamos con Occidente o con los rezagos despóticos del comunismo ruso. No valen las medias tintas ni los discursos por el medio ambiente y la salvación del mundo ante la invasión del capitalismo. Lula ya dijo algo. Los demás callan, incluida esta Colombia que no sabe donde está parada.
Ortega y Gasset dijo que la claridad era la cortesía del filósofo. Le agregamos que es la obligación primera e ineludible del gobernante. Las cuentas claras, por favor.
Fernando Londoño
El autor fue ministro de Interior y Justicia de Colombia y es director político para América Latina de Americano Media.
Fernando Londoño
El autor fue ministro de Interior y Justicia de Colombia y es director político para América Latina de Americano Media.