El pasado 8 de noviembre se llevaron a cabo las elecciones de medio mandato en Estados Unidos y los resultados dejaron probablemente a todo el país con un sabor amargo. Los republicanos no pudieron conquistar la mayoría en ambas cámaras como todas las encuestas vaticinaban, y los demócratas finalmente perdieron su poder en la Cámara Baja, dejando un país todavía más polarizado y sin un norte establecido.
Las guerras culturales y los enormes desafíos económicos han sido los grandes protagonistas de la última contienda electoral y seguramente continuarán siendo los temas de conversación que guíen los debates políticos en los próximos años. Por esa razón es que, muchos conservadores/libertarios/derechistas (entre los que me incluyo), consideran que el 8 de noviembre fue un enorme fracaso para los republicanos, puesto que, pese a que se ganó la mayoría en la Cámara de Representantes, parece insólito no haber triunfado también en el Senado, cuando del otro lado está el Partido Demócrata de Joe Biden, un presidente que no puede hilar 4 palabras seguidas con coherencia, que necesita llevar notas para no perderse en un discurso, que notablemente sufre de demencia senil y que, por si fuera poco, ha llevado a la economía americana a la inflación más alta en 40 años.
Al conocerse que los republicanos finalmente no ganarían la mayoría en el Senado las alarmas se encendieron y rápidamente comenzaron las rondas de acusaciones entre el establishment del GOP, la ciudadanía y los medios de comunicación conservadores, muchos de ellos, apuntando, quizás con demasiada vehemencia al expresidente Trump como el responsable del descalabro conservador y tratando de perfilar a DeSantis como el candidato para las Presidenciales del 2024; sin embargo, pese a que algunas acusaciones contra Trump puedan tener algún fundamento, los ataques contra la figura del exmandatario por parte de los medios conservadores tradiciones (Fox News, WSJ, NY Post), en mi opinión, son bastante sesgados, no aportan realmente críticas constructivas al debate republicano, y lo que hacen es dividir a la base del GOP, que en vista de la situación actual merece más que nunca unión.
¿Trump 2024?
No podemos engañar a nadie. La figura de Trump es divisiva, tanto dentro del Partido Republicano, como en un ámbito nacional e incluso internacional, es claro que Trump ha puesto su grano de arena para convertirse en la leyenda negra de la prensa internacional, pero no es menos cierto, que gran parte de las respuestas del expresidente se producen debido a un acoso sistemático y constante por parte del mainstream media, el Departamento de Justicia y el Partido Demócrata, quienes han utilizado todas y cada una de las herramientas (legítimas y también ilegitimas), para tratar de destruir a Trump y su reputación.
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Durante la última década el hostigamiento a Trump ha sido algo sin precedentes, me atrevo a afirmar que no existe en la historia de la humanidad un mandatario que haya sido satanizado de una forma tan injusta como lo es Donald Trump. Para los medios y sus contrincantes políticos no vale que durante su mandato Estados Unidos estuviese desarrollando uno de los ciclos económicos más exitosos de su historia, rompiendo un récord de desempleo de más de 50 años, hasta que la llegada de la pandemia destruyó los logros de sus primeros años en la Casa Blanca.
Para el mainstream media tampoco parece suficiente que, pese a la satanización, los ataques de la izquierda, las insurrecciones en el país producto de las protestas vandálicas después de la muerte de George Floyd, no hubiese una cacería de brujas, ni persecución a disidentes a su Gobierno, tal como ahora si está ocurriendo bajo la Administración demócrata (llegando incluso a ordenarse un allanamiento a la residencia del propio Trump). Y, por último, no menos importante, tampoco ha parecido tener el merito suficiente que bajo su Administración Estados Unidos no inició una nueva guerra o invasión en décadas, y que, gracias a su liderazgo, se cerraron los acuerdos de Abraham, firmándose la paz entre Israel y Emiratos Árabes Unidos (el primero de su tipo en más de 20 años), al que luego se sumaron Bahréin y Sudán.
Insisto, es bien sabido que Donald Trump tiene una personalidad difícil y que sus comentarios en varias oportunidades le han ocasionado más problemas que beneficios, sin embargo, al exmandatario la prensa corporativa le ha tratado desde el día uno como el descendiente directo de Hitler, pese a que durante sus 4 años en la Casa Blanca la humanidad disfrutó de los años más pacíficos en lo que va de siglo.
Ciertamente, Trump no es el diablo que intentan vender los medios tradicionales y el aparato del Partido Demócrata, sin embargo, ha sido precisamente esa satanización, la que ha construido esa figura cuasi—divina de Donald Trump en un ámbito de los partidarios del GOP, lo que, una vez más, no hace más que polarizar al Partido Republicano y al mundo entero sobre su figura.
Hay muchas cosas que a mí personalmente me acercan a las posiciones políticas que Trump ha mantenido en los últimos años, pero entre las pocas cosas que me separa o alejan un poco de sus pretensiones de volver a la Casa Blanca en el 2024, son sus, en muchas ocasiones, reacciones o ataques injustificados contra quienes deberían ser sus aliados políticos, ideológicos o de cualquier índole.
Hace varios meses Trump cargó contra Elon Musk llamándolo un “artista de mierda”, algo que me pareció un grave error, sobre todo, tomando en cuenta que desde hace un tiempo el influyente empresario ha venido hablando abiertamente sobre su cambio de posturas políticas, pronunciándose contra el colectivo woke y en últimas, comprando Twitter, quitándole de las manos a los progresistas una herramienta de control informativo indispensable para las pretensiones de los movimientos conservadores, libertarios y antiglobalistas a nivel mundial. Y el último, fue el ataque al gobernador de Florida, Ron DeSantis, un par de días antes de las elecciones, llamándolo “Ron DeSanctimonious”.
Claramente los ataques contra Musk y DeSantis, provienen de disputas diferentes. En el primer caso, es quizás, más una disputa comercial y en la segunda, una disputa política. Pero si el expresidente quiere realmente regresar a la Casa Blanca, debería trabajar para construir más puentes, en lugar de quemarlos.
¿Estaría DeSantis mejor posicionado en el 2024?
Lo primero que mencionaré sobre DeSantis es que a los ataques de Trump sencillamente respondió pidiendo unión y mesura, lo cual es una posición acertada. El gobernador de Florida comprende que el Partido Republicano necesita concentrarse en los enemigos externos del GOP (aunque adentro habrá que barrer un poco la casa).
DeSantis es todo fortalezas, logró la reelección en Florida con casi el 60 % de los votos y su exitosa gestión al frente del estado soleado le consiguió a los republicanos 20 de las 28 bancadas en la Cámara de Representantes, además, su gestión colaboró también a la fácil reelección del senador Marco Rubio. De hecho, un análisis de MSNBC determinó que los republicanos podrían haber logrado la mayoría en la Cámara Baja gracias a la reconfiguración de distritos electorales diseñada por el gobernador que le otorgó al GOP un par más de asientos con el que sellaron el control de la Cámara de Representantes.
El gobernador de Florida tiene a sus espaldas una gestión sólida, fue el único en todo Estados Unidos en escuchar a la ciencia y no al miedo, no cerró su estado ante la psicosis colectiva del COVID y los resultados están a la vista, no solo a nivel económico, también a nivel electoral.
Realmente, la discusión entre Trump y DeSantis no se puede perfilar desde el punto de visto ideológico, ambos querrán poner a Estados Unidos de primero, combatirán férreamente la locura colectivista del mundo woke y seguramente lograrán con éxito poner freno a las fallidas políticas implementadas por la Administración Biden en los últimos años; la única discusión que pueda darse entre los dos es: que candidato puede ser más potable de cara a las aspiraciones del Partido Republicano de recuperar la Casa Blanca.
Yo no tengo la menor duda de que si Donald Trump logra vencer en las primarias republicanas y encuentra la manera de ganar las elecciones para regresar a la Casa Blanca, haría un gobierno fantástico, no temo decir que salvo algunos recortes de gasto público que me hubiese gustado que Trump implementara, los cuatro años de su Gobierno han sido uno de los mejores a nivel de políticas económicas y en el escenario internacional que se recuerden en la historia de este país; sin embargo, temo que por lo que representa la figura de Trump, su candidatura sería un poco más difícil de vender al electorado independiente.
DeSantis indudablemente también haría un gobierno excepcional, su reto ahora es convencer a los seguidores de Trump que él puede seguir la línea del exmandatario y además unir las bases del Partido Republicano, sumando también un buen número de votos del electorado independiente.
La lucha entre Trump y DeSantis no será de ideas —puesto que no difieren demasiado—, será exclusivamente de popularidad y alianzas. Por el bien del Partido Republicano, espero que los dos puedan enfrentarse con honestidad en unas primarias y que gane el mejor candidato.
Mi visión es que, en unas elecciones generales contra el candidato del Partido Demócrata, DeSantis tendría más opciones de triunfar que Trump. Sin embargo, yo nunca, nunca daría por muerto al animal político que es Donald Trump, y espero que, si lograra imponerse en las internas, también logre llegar a la Casa Blanca y poner orden en Washington D.C para finalmente drenar el pantano.
Emmanuel Rincón
Emmanuel Rincón es abogado, periodista, escritor, novelista y ensayista. Ganador de diversos premios literarios internacionales.
Emmanuel Rincón
Emmanuel Rincón es abogado, periodista, escritor, novelista y ensayista. Ganador de diversos premios literarios internacionales.