Basta tener una cuenta en Twitter para perderle la fe a la humanidad. Puede parecer inconcebible que en una red social se concentre la chusma de todo el planeta. ¿Quién quedará con alguna neurona funcional?, ¿quién quedará que logre respirar profundo y opinar, no desde la ira y la soberbia, sino desde la razón y la mesura?
El nuestro es un mundo de guerras. Un mundo de conflictos y choques, pero ha sido así siempre. Las nuevas tecnologías —que han democratizado la comunicación y eso en sí es algo muy bueno— solo le dan un nuevo escaparate a las mismas miserias de siempre, porque ahí donde hay hombres siempre va a haber miserias; y esto puede abrumarnos: antes las noticias de la guerra llegaban con menos regularidad, había cierto espacio para respirar. Hoy es balazo tras balazo, guerra sin cuartel y sin tregua. Polémica tras polémica. Tuit tras tuit.
No me quejo, esta es la realidad que nos tocó y es de valientes asumirla. Es de valientes asumir que hoy, por encima de la verdad, está el placer. Es de valientes asumir que hoy, por encima de la razón, están las pasiones. Es de hombres y mujeres valientes asumir que hoy, por encima de los hechos fríos y duros, está el sentimentalismo y el victimismo. Es de valientes asumir que hoy, por encima del virtuosismo —y estas son palabras de un amigo muy querido—; está el sexo, la degeneración, la carnalidad. Al final, por encima del bien está todo lo que nos iguala más a los animales que a Dios. Todo lo que nos hace menos hombres.
Y es de valientes asumir que si queremos ir en contra de estas aberraciones seremos perseguidos. Repito, nada nuevo. Tenemos el ejemplo de miles de hombres y mujeres enormes, que han entregado gustosos su vida por plantarse a defender la verdad, la libertad y la dignidad humana. ¿Seremos nosotros menos que ellos? Ese es nuestro gran reto y nuestro compromiso. Más aún, es nuestro deber. Entendiendo esto iremos adelante, con respeto a todos pero con miedo a ninguno.
Entiéndase bien, no busco llamar a la agresión física. Dice san Pablo que “nuestra lucha no es contra carne ni sangre”, pero recalco que es una lucha; y una lucha es combate, rivalidad, es oposición, es disputa. En una lucha hay bajas y habrá vencedores y derrotados. En una lucha hay bandos e inevitablemente tendremos que tomar partido. Esa es la gran decisión de los que no quieren pasar por esta vida sin pena ni gloria. Dos banderas se le presentan al hombre, dice otro gran santo, dos estandartes y dos reyes: habremos de escoger inevitablemente.
Entonces, ¿quedará alguien con la capacidad de pensar, no solo en Twitter, sino en el mundo? Yo creo que sí. Muchísima más de la que creemos. Esa mayoría silente que somos todos nosotros dispuestos a luchar por el bien, la verdad y la libertad. La mayoría decente que entendemos que no está bien enseñarle a un niño que puede cambiar su sexo, que no está bien asesinar niños en el vientre de su madre, que no está bien asesinar a los ancianos por mera comodidad. La mayoría decente que entendemos que el ser humano es muchísimo más que con quién prefiere acostarse, que entendemos que la dignidad del hombre no es negociable.
Esa debe ser la esperanza de los que muchas veces nos sentimos solos en la lucha: que sencillamente no lo estamos y si llegáramos a estarlo algún día, pues valdrá la pena mil veces entregar la vida por este ideal que entregarnos a la turba ciega y presa de sus pasiones. Dios nos ayude.