Venezuela, ¿y ahora qué?

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Venezuela, ¿y ahora qué?

Nos toca asumir, en serio y sin retórica, la responsabilidad que el tamaño del compromiso demanda. Algunos referentes insisten en la hipotética tesis de la unidad, siempre y cuando esta los circunde, y con esa sombra se les hace imposible calzar los zapatos de un líder

Por Alfredo Yánez

Sabado, 14 de enero de 2023 a las 03: 08
Sabado, 14 de enero de 2023 a las 03:08
Ilustración de Americano Media

Hemos protagonizado momentos luminosos, y a un tiempo, nos hemos dejado cegar por falsos recursos de una narrativa impuesta desde el poder. 

Nuestros triunfos se diluyen y sus fracasos los encumbran. Nuestros referentes se pierden en su condición humana, que no se corresponde con el fugaz título de superhéroe que solemos endilgarle, mientras que a los villanos probados les otorgamos toda la credibilidad que el ejercicio de la presión, el chantaje, la corrupción, el poderío de las mafias y las sandeces de los incautos, les puede otorgar. 

En todo caso, este texto solo podría tener sentido en la medida en que sirva para advertir que desunidos y divididos, solo somos muestra del fracaso. El camino andado, a veces exitoso y otras no tanto, se pierde en polvo y paja si no somos capaces de asumir nuestras responsabilidades, nuestras debilidades, nuestras fortalezas. 

Con los años, y gracias a las manidas manipulaciones, uno aprende a deslastrarse de aquellas idolatrías patrias falsas. Sin embargo, está claro que el pensamiento bolivariano respecto a que en la unión está la fuerza, es sabio. Casi tanto como la máxima que reza: “divide y vencerás”. 

Salimos despavoridos del país, huyendo de un destino labrado por la mediocridad, o nos quedamos en él, padeciendo el síndrome de una esperanza mal entendida, que parece más resignación que espera cierta. 

Nos toca asumir, en serio y sin retórica, la responsabilidad que el tamaño del compromiso demanda. Algunos referentes insisten en la hipotética tesis de la unidad, siempre y cuando esta los circunde, y con esa sombra se les hace imposible calzar los zapatos de un líder. 

La convocatoria abierta es a deslastrarse de los complejos de superioridad, reconocer los desvaríos y retomar con autenticidad la causa común que nos signa. 

Es verdad que el país es una borrasca, pero qué duda cabe de que también es una inmensa posibilidad de acción sostenida. Requerimos de referentes que sean capaces de ver más allá de las coyunturas, de las láminas focalizadas de una encuesta. Requerimos referentes que crean en la necesidad de la reflexión, del entendimiento, de la sindéresis y del trabajo metódico, capaz de ofrecer resultados.  

Tenemos muy claro que no es verdad que el trabajo ya esté hecho, y que solo es cuestión de meses para que opere el cambio que necesitamos. Eso no es verdad. 

Tampoco es verdad que ya todo está perdido, pero debemos conseguir la fórmula para que todo el descontento, para que todos los motivos que suman fuerza a la razón para generar la transformación del país se encuentren, y desde allí enfilar, decididos, la ruta hacia el país que queremos. 

Apuntes de la derrota

Lo que acabamos de ver en el Congreso de Estados Unidos es la ratificación de como la izquierda es capaz de convertir derrotas en victorias. La prensa fácil les ayuda mucho. 

El partido Republicano ganó las elecciones de medio término, sacó más votos nacionales, obtuvo la mayoría en la Cámara, pero se lanzó por el tobogán de la tragedia al leer, escuchar y ver la narrativa según la cual la ola roja no bañó a todos. Convenientemente, todos los focos se dirigieron a la espectacular victoria de Ron De Santis, en Florida. Cazar la pelea Trump-De Santis, obviamente, era (es) el plan. 

La carrera de Kari Lake por la gobernación de Arizona, prácticamente la tiene a ella sola, en una épica magistral, luchando contra un sistema que es capaz de aceptar y validar que un candidato sea juez y aparte, cuente los votos, e incluso tenga potestad para desestimar la votación en aquellos sectores que no le son favorables. El partido libra otras batallas, mientras se reajusta y prepara para lo que viene. 

Ese ajuste necesariamente debe pasar por recomponer los contenidos que hacen permear hacia la gente. Todo cuenta, pero hay que saber contarlo en los términos claros, directos y sencillos, para que aquel discurso lastimero que los demócratas han posicionado por años, se quede como mal recuerdo. 

Hay que aprender a ganar, y también a defender y honrar esas victorias. Aplica en política, aplica en todo.

Anécdotas 

Trabajábamos intensamente sobre los ángulos a desarrollar para la cobertura de los hechos del fin de semana en Brasil. Consultábamos a expertos, nos interesaban las analogías y los paralelismos, las coincidencias en formas, las acusaciones, ubicábamos a vencidos y ganadores de un suceso político y social de grandes dimensiones en el gigante amazónico. Pero nos bañaron con un balde de agua fría. 

Ese mismo día, a razón de los intereses de la audiencia, una de las cosas más importantes era saber cuándo los chicos volverían a sus clases, o conocer de donde son los equipos que en febrero disputarán el Superbowl... ¿Paradojas? Quizá, pero lo que está claro es que esa es la realidad real. 

Vivimos en un país en el que el foro político más importante debe recurrir a infinitas negociaciones para conseguir, tras quince intentos, que se designe al presidente de la Cámara, pero los hispanos van por otro lado, como que si esa realidad –que ya les afectó en sus respectivos países- no tuviese incidencia en sus vidas, en su día a día. 

Mundos paralelos, cierto. También una gran lección.

Alfredo Yánez

Periodista. Director de Producción de Americano Media.

Alfredo Yánez

Periodista. Director de Producción de Americano Media.

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