Raul Mas Canosa
Mis padres dejaron Cuba y vinieron a Estados Unidos huyendo de la opresión política de Fidel Castro. Millones de otros latinoamericanos vinieron a este país huyendo de la opresión política o económica. La triste realidad de nuestra región es que muchos países han fracasado a la hora de ofrecer oportunidades económicas y libertad a sus ciudadanos. Por eso muchos de los nuestros toman la difícil decisión de marcharse y venir a Estados Unidos.
Estados Unidos es un país de inmigrantes y siempre lo ha sido. Hoy la atención se centra en el abrumador número de personas que aparece en nuestra frontera sur. No soy partidario de la inmigración descontrolada, pero estoy convencido de que la mayoría de los inmigrantes que llegan son buenas personas que simplemente desean una vida mejor para ellos y para sus hijos y que, con el tiempo se asimilarán al tapiz multicultural de nuestro país y contribuirán al crecimiento de ese gran experimento americano que comenzó hace 247 años.
Lo que más me preocupa en estos días es que mis compatriotas hispanos pronto se encuentren viviendo en un país que refleja el mismo entorno que les obligó a abandonar sus países de origen.
La libertad de expresión está en declive en Estados Unidos. No puedes decir lo que piensas por miedo a ser condenado al ostracismo y posiblemente a perder tu trabajo. Los medios de comunicación ya no se preocupan por ofrecer noticias e información objetivas. En su lugar, se han convertido en medios de propaganda del Partido Demócrata. Manipulan lo que vemos y oímos para beneficiar a la actual administración. Quieren que ignoremos la delincuencia urbana que amenaza a las comunidades de inmigrantes de clase trabajadora en ciudades gobernadas por los demócratas como Los Ángeles, San Francisco, Seattle, Chicago y Nueva York. Nos fustigan por proteger a nuestros hijos del adoctrinamiento transgénero en nuestras escuelas, acusándonos de homofobia o transfobia porque elegimos practicar nuestros valores familiares cristianos.
También temo el inmenso daño que se está haciendo a nuestra economía. La elevada inflación que ha erosionado nuestro poder adquisitivo en los últimos 19 meses está directamente correlacionada con las acciones de la administración Biden. Comenzó el primer día con el ataque del presidente a la industria petrolera, que provocó la subida de los precios del petróleo y disuadió a las empresas de buscar nuevas fuentes de suministro. Al parecer, la administración olvidó que Estados Unidos funciona con petróleo. No se puede pasar a una economía «verde» de un día para otro. Los precios de todo empezaron a subir porque todos los productos básicos dependen de trenes, barcos, aviones y camiones -que utilizan combustibles fósiles- para llegar a su destino. Además, los fertilizantes modernos requieren gas natural y su encarecimiento provocó un aumento de los precios de los fertilizantes que, a su vez, hizo subir los precios de los alimentos.
La actual administración agravó el problema al destinar miles de millones de dólares a gastos innecesarios para supuestamente reducir la inflación. Cualquier economista real (y honesto) le dirá que el gasto público masivo es exactamente lo contrario de lo que debe hacer un gobierno para frenar el rápido aumento de los precios.
Como resultado, ahora nos enfrentamos a una deuda federal de más de 32 billones de dólares. La cantidad que estamos pagando en intereses cada año para atender el servicio de esa deuda pronto será mayor que lo que Estados Unidos gasta en defensa o en Medicare. Eso hará que nos resulte más difícil financiar otras prioridades presupuestarias en el futuro. Ya otra agencia de calificación crediticia, Fitch Ratings, ha rebajado sus perspectivas sobre la estabilidad financiera de Estados Unidos.
El banco central de Estados Unidos, la Reserva Federal, ha aumentado los tipos de interés para luchar contra la inflación. Los precios han empezado por fin a bajar para algunos artículos pero no para otros como el alquiler. Los tipos de interés más altos han hecho muy difícil que las familias jóvenes puedan adquirir una vivienda. Cuando el presidente Biden asumió el cargo en enero de 2021 los tipos hipotecarios a 30 años estaban disponibles a un tipo de interés fijo del 2,8%. Hoy, los tipos están en el 7,7%. Eso significa que una hipoteca de 350.000 dólares cerrada en enero de 2021 le exigiría pagar 1.438 dólares al mes en concepto de capital e intereses. Hoy ese mismo importe de hipoteca requeriría un pago mensual de 2.495 $ al mes, un aumento del 74% en su pago mensual o 1.057 dólares más.
Sin embargo, también debe tener en cuenta que, debido a la inflación, los precios de la vivienda en EE.UU. han aumentado un 30,35% desde enero de 2021 hasta hoy, según el Índice Nacional de Precios de la Vivienda de EE.UU. S&P/Case-Shiller. Por lo tanto, esos pagos son ahora aún más elevados.
En resumen, la administración Biden le ha hecho menos libre. Han intentado que usted acepte ideologías de género radicales que van en contra de nuestras tradiciones judeocristianas. Han aumentado el tamaño del gobierno, incluido el IRS, para controlarle más. Quieren más socialismo y menos capitalismo. Con tipos de interés más altos, están haciendo que sea más caro empezar o dirigir tu propio negocio. Han hecho imposible que muchas familias jóvenes adquieran su propia vivienda. La propiedad de la vivienda es el camino más fácil hacia la prosperidad en Estados Unidos; eso está ahora fuera del alcance de la mayoría de las parejas en Estados Unidos.
Si quiere prosperar en la América que le trajo a usted (o a sus padres) a nuestro país, piense largo y tendido a quién apoyará para un cargo electo. Elija sabiamente porque continuar por este camino significa que sus hijos y nietos vivirán en una América que se parece más al país que dejaron atrás, en lugar del país que les ofreció esperanza y prosperidad.
