Fernando Londoño
El mundo muere de compasión ante las imágenes que llegan de El Tapón del Darién y la Frontera Sur de los Estados Unidos con miles de migrantes por encontrar algún lugar, cualquiera que sea en los Estados Unidos.
Nos parece curioso en el análisis diario de tanta miseria, por qué no se profundiza en el origen de tamaña desventura.
Que los desesperados que muestran estos relatos vienen en su gran mayoría de Venezuela, es hecho indiscutible. Lo extraño es que ninguno de los analistas se pregunte por la razón de esta escandalosa ola de migrantes de esa nación.
Cualquiera pensaría que se trata de una calamidad nacida en la pobreza de un pueblo. Venezuela sería esa lamentable república que expulsa a su gente porque no puede darle de comer. Esta pobre.
Ese analista lejano a la realidad se llenaría de sorpresa si supiera que Venezuela es el país más rico del Continente. Que tiene en sus entrañas las mayores reservas de petróleo del mundo, por encima de las de Arabia Saudita; que es dueño de una riqueza mineral sin precedentes en la Historia que se conoce; que sus tierras para la producción agrícola son inmensas; que tiene costas generosas sobre inmensas; en fin, que lo tiene todo.
Cómo es posible, entonces, que semejante pueblo tan rico lance a la miseria millones de sus habitantes
